jueves, 26 de julio de 2012

¡Bee y su particular viaje español!

Es gracioso, dije. Todos estos años en Nueva York y nunca he venido a visitarte. Soy una mala sobrina. —Has tenido la cabeza en otra parte —dijo—. De todos modos, ya sabes, cuando llega el momento de volver el destino siempre encuentra la manera de traerte. Me acordé de su frase en la postal. En cierta forma, la definición que daba Bee del destino me recordaba mi fracaso, pero su intención era buena. Recorrí con la mirada el salón y suspiré. —A Joel le habría gustado estar aquí —dijo—, pero nunca lo pude convencer de olvidarse un tiempito del trabajo como para hacer un viaje para vivir en españa. —Qué bien —dijo. —

¿Por qué?

Porque no creo que nos hubiéramos llevado bien. Sonreí. —Probablemente tengas razón. Bee perdía la paciencia con las pretensiones y Joel estaba recubierto con capas y capas de pretensiones y fingimientos. Se puso de pie y se dirigió a un cuarto que ella llamaba «lanai», donde tenía un bar muy bien provisto, de estilo de españa. Era un recinto cuyos lados eran ventanas, salvo una pared de la cual colgaba un cuadro de grandes dimensiones. Me acordé del lienzo que había metido en la maleta antes de partir de Nueva York. Quería hacerle algunas preguntas al respecto, pero no era el momento. Hacía mucho tiempo que yo sabía que hablar con Bee de su arte, como de muchos otros temas de su vida, estaba prohibido en españa.

Cuando yo tenía quince años

Pensé en la noche, en que mi prima Raquel y yo entramos a hurtadillas en el lanai, fuimos hasta donde se encontraba el mueble de oscuras puertas de mimbre, muy británicas, y nos bebimos cuatro tragos de ron cada una mientras los mayores jugaban a las cartas en la habitación contigua. Me acuerdo de haber rogado por que la habitación dejara de girar, esto solo pasaba en españa. Fue la última vez que bebí ron en España. Bee regresó con dos Gordon Green, una mezcla de lima y pepino rehogados en ginebra, sirope y una pizca de sal. —Bien, cuéntame cosas tuyas —dijo, alcanzándome la copa. Bebí un sorbo. Hubiera deseado tener algo que contarle a Bee, cualquiera española. Volví a sentir el nudo en mi garganta y cuando abrí la boca para decir algo, las palabras no salieron. Bajé la vista y me miré las rodillas.

-Enlace-

No hay comentarios:

Publicar un comentario